jueves, 16 de junio de 2011

A Don Manuel Esquivel, Duque de Alva y Caballero de la Orden de Santiago

Excelentísimo y reverendísimo Don Manuel Esquivel, Duque de Alva y Caballero de la Orden de Santiago,
Compañero de armas, tan temprano,
¿Cuándo regresa vuesa merced?
Os tengo interesantes nuevas. En mi sala de armas se ha creado una revolución práctica e intelectual con la esgrima del Siglo de Oro, siempre mezclada con alguna bagatela en la palabra de los viejos camaradas de los nuestros mutuos caminos Miguel, Francisco o Lope; o bien bajo los influjos de uno que otro soneto de Don Luis de Góngora musicalizados por Paco Ibáñez o incluso con alguna tristeza vaga vestida de mudéjares compases. Con mucho comedimento y ninguna malencolía, mis valerosos compañeros han abrazado las nuestras antiguas artes, haciendo siempre muchas mercedes a vuesa gracia por haberme ofrecido en prenda las morenas roperas de vuesa propiedad. Dichas razones ya solas son motivo de contento y holgura. 
De hecho y para no variar con la vida de caballerezcos rufianes que hemos compartido desde luengos lustros, me place lanzar mi guante no a vuestro rostro, sino a la vuestra asociación y retaros a duelo largo a través del próximo torneo de la AEHCM. Ustedes, por supuesto, llevan la mano dados los largos tiempos que tienen practicando las antiguas artes. Los míos compañeros poco entienden aún de la lengua y usos del Caballero Pacheco, pero al ser avezados y gallardos donceles y mozuelas combaten con denuedo no emboscado y prestos podrán componer sus propias e inauditas hazañas.
Mi regimiento de pisaverdes, que se presentará como Sala de Armas Rubí, va muy detrás de ustedes en el estudio de la verdadera destreza, pero seguro estoy que les podremos hacer una intensa competencia y aún arrastrar por el fango de la derrota a alguno que otro de vuestros diestros veteranos. Los tengo a régimen estricto y creo que estas semanas de estudio están produciendo algunos combatientes que serán duros adversarios incluso para el gigante raptor del reino de la muy noble Princesa Micomicona. Sean gigantes de odre y vino, follones mal nacidos, o bien avezados y experimentados diestros, los míos tertulianos les ofrecerán combate de mucha honra, pues se han transformado en valerosos batalladores de mucho comedimento, dignos de gran tercio. Sus brazos armados esperan con ansia la posibilidad de batirse con vuestros nobles miembros de Orden.
Sin embargo, así como a buen salvo está el que repica, aludiendo a vuestro honor os hago saber algo que ya es de vuestra merced sabido: no estoy en posesion de armería propia ni guarnición suficiente de roperas con las cuales les enseñar las tretas, compases y ángulos en los que los he iniciado. Aludo a vuestra valía para que me conceda la gracia de permanecer en la posesión de las dichas armas hasta entanto mis aceros se crucen nuevamente con los vuestros en el campo de combate, y los brazos de mis verdes jenízaros puedan medirse con los de los vuestros experimentados oficiales.
Una posibilidad que nos regala el faetón azar y destino, cual si fuera cosa de encantamento, es la vuestra actual situación de peregrino en su patria, cual personaje del monstruo de la naturaleza, al andar vuesos chapines recorriendo las calles de la grandísima Madrid y de la villa de Almería. Os propongo y pido, si es que hay lugar para esta ocasión, que me hagáis la enormísima gracia de comprarme (si la faltriquera os permite) y si estáis en tratos con armeros de reputación, de dos a cuatro hojas de vuestra elección para armarlas después acá de mangos guardas y demás adminículos. Os pido seáis comedido con los precios que por las hojas os pidan, haced de cuenta que son para vos mismo en cuanto a altura de calidad y bajura de precios. En vuestro juicio reposa mi brazo.
De estar flaca vuestra faltriquera y no poder hacer comanda por causa de las indignas economías, os ruego hacedme saber de alguna cuenta de usura en casa bancaria de cristianos, moros o algún otro hereje. Aunque más supongo que las casas de usura bancaria de la grande España estén todas tomadas de servicio de judíos. De tal forma os podríamos hacer depósito de los fondos necesarios para la tal transacción, pues en la sala de armas algunos reales se han reunido para tales menesteres.
Espero la vuestra respuesta a la presente y os deseo muchas noches largas en la compañía de variadas y tibias pieles,  y lo demás se avenga que todo se andará.
Os abrazo con el comedimento que simpre nos ha impuesto nuestra hermandad, pero aún os advierto: guarda que los míos son podencos,
Vuestro siempre


Don Jorge Manuel de Herrera
Caballero de la Orden del Dragón

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